(Cuento) ...Cándida virgen...
Me introduje casi a hurtadillas a ese despacho oscuro, frío, en el que yo mismo me sentía tan incómodo al escribir. Caminé despacio para no hacer ruido en el piso de madera, y busqué despacio entre mis libros, debía corroborar esa cita que me quitaba el sueño. ¿Pero, por qué ahora? ¿Por qué a esas altas horas de la noche? ¿Era realmente mi olvido de esa cita lo que no me dejaba conciliar sueño? Entonces miré por encima de mi hombro mientras ojeaba aquellos polvorientos libros, y la vi. Con sus ojos cerrados, instalada en mi sillón viejo, en el que a mi mismo me había vencido tantas veces la somnolencia después de incansables horas de trabajo. El despacho estaba ennegrecido por la noche, pero la plateada luz de la luna iluminaba su rostro, como si solo quisiera alumbrarla a ella. Seguí mi falseada búsqueda entre mis libros y entonces, me di cuenta: había entrado para verla, mirarla mientras dormía, tal vez mientras soñaba. Miré de nuevo por encima de mi hombro para deleitar mi desvelo ...