Bitácora del capitán
Hoy conocí a mi jefe (es decir, la cara del nombre escrito en los cheques con los que me pagan), es muy apuesto; sí, en todo el sentido de la palabra APUESTO. Y como a todo jefe, producto de la mística Hollywoodense, se le escapa algo de un atractivo del tipo “un no sé qué, qué se yo” (que no tiene que ver nada con mis daddy issues, lo digo honestamente). Aún así me prometí que no sería tan jalabola como las otras dos mujeres corrientes mundanas en mi oficina (son unas serpientes); así que haré lo mejor que pueda en mi trabajo a pesar del aburrimiento que drena mi vida mientras estoy sentada en ese escritorio. El punto es que mi jefe es “dulcero” como previamente me chismearon, hoy, al saludarme me dijo que el color morado hacía que mis ojos se vieran mucho más azules (cosa que me extrañó porque él no tiene una imagen de referencia previa de mi); luego me preguntó si era de procedencia árabe… por su puesto que le dije que era la primera vez (y era en serio) que alguien me decía eso, y ...