Lágrimas compartidas...
Esta noche, después de leer un relato de José Antonio Pulido, sufrí la extrañísima sensación de escribirle. Después de leer mil veces Lágrimas de un condenado , no pude resistir ese impulso desconocido, no suelo escribir correos a escritores ni nada por el estilo. Pero esta noche fue diferente, y no sé por qué. Tengo sospechas, pero nada definitivo. Esta noche me siento especialmente melancólica, a las 5 de la mañana no podía pegar los párpados, sin embargo no me sentí nada inquieta o frustrada, mas bien triste, con ganas de llorar grandísimas. Me levanté y escribí. Tal vez quería la compañía de algún desgraciado. Empatía de algún otro infeliz. Les adjunto el mail que regurjité a esas horas de la madrugada. Escribí apresurada, tal vez para terminar antes de que amaneciera (una vez que saliera el sol la luz no me dejaría dormir). Desconozco la razones que me impulsaron a este acto. No sé si espero respuesta. Ni siquiera sé si realmente quiero que lo lea. Ya lo hice, ya lo envié, y estoy...