Gratitud a la misericordia de su devoción

Nuevamente, como un don de la oscuridad, alguien me obsequia palabras... palabras brillantes. El mejor presente que a alguien pueden regalar, a mí en especial. Que no valoro lo físico de los obsequios, porque no me gusta llanerme de objetos, mas guardo profundamente su significado y el gesto en el fondo de mi corazón. Qué más hermoso gesto que el ofrecer palabras hartas de sinificado. Por eso, respondí a aquella luz que emerge desde las sombras.


Apreciadísimo amigo sombra:

Debo confesar que su sombra no es de total desconocimiento para mí, en la página de tumbabaierta.com se encuentra una foto suya. Por eso me ha sorprendido su entrega a las letras, la cual es más frecuente en personas de mayor edad, por su sapiencia, su experiencia. Creo entonces que ha trabajado arduamente por su pasión, sus trabajos lo evidencian. Manifiesto que es de mi complacencia al poder ponerle un rostro al pensamiento, una imagen a la idea, un recuerdo para mis sollozos.
Respondo primariamente a su petición. Llegué a Las lágrimas de un condenado por haber leído otra obra de su autoría. Momentos antes deleité su ensayo Perversas bellas durmientes, cuyo título me obligó a leerlo de inmediato.

Aquel título que me inspiró sueños sin la inconciencia, imaginé con los ojos abiertos, perdiendo la mirada en el vacío aquellas doncellas desposadas de la oscuridad. Perversas porque vienen de la muerte. Fue un testimonio de admiración a la belleza diabólica y tal vez una petición de despertar alguna lúgubre princesa de esa somnolencia perenne… o tal vez de pertenecer así mismo a tal realeza y unirse a un consumado sueño eterno. Son sólo mis irrelevantes especulaciones, probablente pensamientos, acaso sueños, añoranzas propias… tal vez.
Sedienta de palabras introduje su nombre en el buscador y destelló una lista de relatos en la pantalla de mi laptop. Y leí… leí, una y otra vez, hasta que no pude contener más las ganas de escribirle. Siéntase libre de seguir preguntándome lo que crea necesario posteriormente. Siempre he creído que soy buena para responder preguntas en lugar de comenzar algún relato por convicción propia. Claro, aquella primera carta fue una excepción. Excepción de la cual me siento muy reconfortada.
¿Cómo llegué a ellos, en este laberíntico otro mundo? No estoy segura, ni lo recuerdo completamente. Leía como siempre lo hago, una casería al azar, sin ninguna razón en particular. Esa es mi naturaleza: ninguna razón en particular o tal vez , en congruencia con Sartre, no existe la naturaleza humana, existo y luego me defino, mis acciones y pensamientos hacen de mí lo que soy. Una “nada en especial”, desenterradota de tesoros, al menos de su sustancia, con un apetito voraz de significado. No sé cómo le encontré. Quise llegar allí pero no sé cómo, sólo me di cuenta que arrivé a mi destino cuando ya me encontraba allí. Sartre y Descartes desvariaban por sus dilemas existencialistas. Yo tengo la respuesta. Somos una paradoja, soy una contradicción.
No entiendo, no comprendo cómo tales burdas palabras puestas groseramente en lo que pretendí componer en un párrafo hayan sido de su agrado. “Como el buen vino”… me alaba enormemente, pero no creo ser digna de pertenecer al “archivo particular”de nadie. Me imagino en ella una colección de obras magníficas, inmortales, como el maestro Borges que cita con reiteración, o el grandioso dramaturgo que ha creado a mi vanidoso Hamlet, que tantas veces me ha rescatado con sus diálogos, me ha divertido en momentos de presunción, como esa escena, una de mis favoritas, que usted tan preciadamente cita y compara… “¿Qué lee señor Hamlet?...- “Palabras, palabras, palabras…”.
Aunque que le doy la razón en este caso. Estas son sólo palabras… palabras triviales, sin sustancia, sin vida, sin esencia, sin olor, sin perfume… similar a Jean-Baptiste Grenouille, vivo…pero no desprendo humanidad.
Me alegra que no se viera como un esclavo de mi demencia y que por piedad me haya regalado algunas líneas. Le agradezco por ello. Imagino que esa “devoción” a la que se refiere es por su inclinación a las letras, ha sido su deber con las palabras lo que debe haber incitado su réplica.
No han sido muy buenos días para mí éstos últimos. En la desesperación rogué al vacío por algún compañero. Sus palabras lo han sido. Pero como lo versó Poe, el hombre es la tragedia teatral de los ángeles ahogados en lágrimas, una obra de esperanzas y miedos. En aquella tristeza lacrimosa en la que me consumía, su carta ha llegado como un presente de esas sombras en las cuales comienzo a ver uns tenue luz.
Gracias.

Comentarios