Me entrego en palabras...
Apreciadísimo amigo sombra:
Estos reiterados agradecimientos temo que en el tiempo pierdan su efecto, su sincera sustancia que de mi proveen la más pura gratitud se mantiene insistente. Pero una vez más, gracias. Debo confesar que a cada respuesta suya les he gastado sus palabras por pasar mi mirada docenas de veces por ellas. Las he leído repetidas veces; cada vez que lo hago es como si fuera la primera vez, siempre surge la sorpresa, admiración, mi estimación es instantánea.
Con un poco de vergüenza aprecio que quiera reducir mi complejo de inferioridad. Bosquejo un intento de sonrisa en mis labios al concebir tan bondadosas intenciones. Le suplico, entonces que renuncie a esas referencias de “sus palabras”, “decirle”, con toda confianza puede tutearme; no creo haber hacho tanto como para merecerme el respeto que tales expresiones porque siempre he creído que el respeto hay que ganarlo arduamente.
Me agrada saber que de algún producto de mi creación emane cierta esencia, algún perfume que escasamente pueda verter alguna parte de mí. Con estupor encuentro que estas palabras danzantes en mis delirios tengan algún fiel lector, y que además las reclame. Tiene total libertad de hacer con estas humildes palabras lo que su juicio o deseo le dicte, pues las he escrito para usted, son suyas; puede conservarlas, desecharlas, poseerlas, exorcizarlas. Las concedo a un destinatario que, ahora sé, después de sus respuestas, ha encontrado algún uso para ellas.
Por eso entiendo a lo que se refiere, yo también moriría si escribiera en vano. ¡Que soberbia! Pero es así… tal vez necesito a alguien que alguna vez pueda sentir empatía y llorar con ellas, junto a mí, salvarme. Espero y me encuentre a mí misma entre estas líneas a las que me confiero en las sombras víctima del narcotizante insomnio… tal vez. Como siempre me entrego en las palabras.
Mi único compañero: el insomnio, que me priva del preciado sueño, por eso e he visto obligada a crear en fantasía con los ojos abiertos. Entre seres que viven realidad mi mirada se pierde en el horizonte de los sueños. Agradezco la presencia invisible de esta leve pesadumbre nocturna, pero ha sido mi único acompañante en mi lecho enloquecido, el cual he usado más como escritorio que como cuna para mi somnolencia. Creo que es por mi dificultad de suspender todos mis sentidos e ir a la cama en armonía, siempre me atormenta algún pensamiento, sentimiento, angustia. Caigo finalmente vencida por el aturdimiento del cansancio. Miento, porque la música también me ha acompañado devotamente durante estas oscuras tormentas.
Le agradezco por su constante positivismo. Pero al parecer estos días malos que no son perpetuos no parecen asomar su reconfortante final. Siguen, malgastándome exhaustivamente, quedo sin fuerzas, al llegar a casa me desplomo en la soledad, sin fuerzas. Espero estar pasando por esa palabra tan “cliché” y molesta que suelen utilizar quienes condenan a los que se manifiestan diferentes en su visión del mundo. Espero esto sea una “fase de pesimismo” o una “crisis de personalidad”, pasajera. Dicen que después de tocar el fondo no se puede hacer más que subir.
Por eso se satisface responder a sus cartas, en las cuales desahogo un poco estos fantasmas, tormentos que me acompañan en lúgubre existencia. Me siento mejor después de hacer clic en ese botoncito que deletrea send, es como el bálsamo de mis cicatrices.
Por último, confieso que no encuentro en mi memoria referencias sobre los hombres como género en aquel clásico mitológico de Pandora. Es última frase suya ha quedado pendiente de mi investigación. No la comprendo del todo.
No quisiera terminar con sólo “gracias”, porque es más que mera gratitud lo que siento. En cambio, pudiera yo terminar con la locución latina ab imo pectore, para corresponder acaso cercanamente a lo que quisiera expresarle, ya que es tan infinito que no encuentro palabra que llene completamente su significado.
Ab imo pectore, AndreA.
Estos reiterados agradecimientos temo que en el tiempo pierdan su efecto, su sincera sustancia que de mi proveen la más pura gratitud se mantiene insistente. Pero una vez más, gracias. Debo confesar que a cada respuesta suya les he gastado sus palabras por pasar mi mirada docenas de veces por ellas. Las he leído repetidas veces; cada vez que lo hago es como si fuera la primera vez, siempre surge la sorpresa, admiración, mi estimación es instantánea.
Con un poco de vergüenza aprecio que quiera reducir mi complejo de inferioridad. Bosquejo un intento de sonrisa en mis labios al concebir tan bondadosas intenciones. Le suplico, entonces que renuncie a esas referencias de “sus palabras”, “decirle”, con toda confianza puede tutearme; no creo haber hacho tanto como para merecerme el respeto que tales expresiones porque siempre he creído que el respeto hay que ganarlo arduamente.
Me agrada saber que de algún producto de mi creación emane cierta esencia, algún perfume que escasamente pueda verter alguna parte de mí. Con estupor encuentro que estas palabras danzantes en mis delirios tengan algún fiel lector, y que además las reclame. Tiene total libertad de hacer con estas humildes palabras lo que su juicio o deseo le dicte, pues las he escrito para usted, son suyas; puede conservarlas, desecharlas, poseerlas, exorcizarlas. Las concedo a un destinatario que, ahora sé, después de sus respuestas, ha encontrado algún uso para ellas.
Por eso entiendo a lo que se refiere, yo también moriría si escribiera en vano. ¡Que soberbia! Pero es así… tal vez necesito a alguien que alguna vez pueda sentir empatía y llorar con ellas, junto a mí, salvarme. Espero y me encuentre a mí misma entre estas líneas a las que me confiero en las sombras víctima del narcotizante insomnio… tal vez. Como siempre me entrego en las palabras.
Mi único compañero: el insomnio, que me priva del preciado sueño, por eso e he visto obligada a crear en fantasía con los ojos abiertos. Entre seres que viven realidad mi mirada se pierde en el horizonte de los sueños. Agradezco la presencia invisible de esta leve pesadumbre nocturna, pero ha sido mi único acompañante en mi lecho enloquecido, el cual he usado más como escritorio que como cuna para mi somnolencia. Creo que es por mi dificultad de suspender todos mis sentidos e ir a la cama en armonía, siempre me atormenta algún pensamiento, sentimiento, angustia. Caigo finalmente vencida por el aturdimiento del cansancio. Miento, porque la música también me ha acompañado devotamente durante estas oscuras tormentas.
Le agradezco por su constante positivismo. Pero al parecer estos días malos que no son perpetuos no parecen asomar su reconfortante final. Siguen, malgastándome exhaustivamente, quedo sin fuerzas, al llegar a casa me desplomo en la soledad, sin fuerzas. Espero estar pasando por esa palabra tan “cliché” y molesta que suelen utilizar quienes condenan a los que se manifiestan diferentes en su visión del mundo. Espero esto sea una “fase de pesimismo” o una “crisis de personalidad”, pasajera. Dicen que después de tocar el fondo no se puede hacer más que subir.
Por eso se satisface responder a sus cartas, en las cuales desahogo un poco estos fantasmas, tormentos que me acompañan en lúgubre existencia. Me siento mejor después de hacer clic en ese botoncito que deletrea send, es como el bálsamo de mis cicatrices.
Por último, confieso que no encuentro en mi memoria referencias sobre los hombres como género en aquel clásico mitológico de Pandora. Es última frase suya ha quedado pendiente de mi investigación. No la comprendo del todo.
No quisiera terminar con sólo “gracias”, porque es más que mera gratitud lo que siento. En cambio, pudiera yo terminar con la locución latina ab imo pectore, para corresponder acaso cercanamente a lo que quisiera expresarle, ya que es tan infinito que no encuentro palabra que llene completamente su significado.
Ab imo pectore, AndreA.
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