Diálogos dentro de mi mente

Él la tomó con ambos brazos y la obligó a sentarse en aquel muro, Ella temblaba, de su cara emanaba la más inocente confusión, al mismo tiempo, su curiosidad se tranformaba en terror, sus ojos se hicieron más brillantes, su cabello ahora danzaba con el viento. Él la miraba nervioso.
- Por favor, te ruego que no hables, -Le dijo él antes de que ella siquiera pensara en preguntarle lo que sucedía- una palabra tuya me ahogaría en desesperación, me robaría le valor que necesito para hacer esto. Me apuñalaría mortalmente, enmudecería.
Ella suspiró profundamente mientras veía hacia el piso, con ambas manos despejó su rostro de su abundante cabello y lo miró fijamente a los ojos con una dolorosa bondad. No dijo nada, pero aquella mirada representaba una promesa estricta hacia aquella petición.
-Siempre tuve la impresión de que eras demasíado pata mi, algo que yo nunca podría manejar. Al leer esas palabras oscuras, sentía que me consumían, que me poseían. Entonces me imaginaba bajo tu ala, nutriéndome de sombras.
Ella comenzó a respirar con más fuerza, agitada, mientras Él secaba su frente sudorosa.
-Y ahora que te veo me pareces más lejana aún para mí. Te veo... y eres imposible para mí...
Los ojos de ella comenzaron a inundarse, hacía un esfuerzo para tragarse esas dolientes lágrimas. Él, notó su conmoción y se arrodilló frente a Ella, con dulzura, tomó sus manos, acarició su mejilla.
- Es difícil... luchar contra este deseo casi incontenible de profanar tus labios, es más difícil para mi verte llorar. Me maldigo por pronunciar estas palabras que pudieron haberte herido. Y aunque no te des cuenta, soy yo quien está más destrozado por dentro.
Ella se retorcía las manos y perdía su mirada hacia todos lados.
- No te diré... esa frase de la que tengo tantas ganas recitar, de la que tu me has engendrado tantas ganas de confesarte. Todo hace que la acción de este sentimiento se incumpla. Te ruego me olvides y que destruyas todas las cartas que hasta ahora te he escrito... y si en algún momento de inquietud pueda enviarte otra te pido que la destruyas sin abrirla.
Él, volvió a acarición su rostro, tomó sus msno y las besó sutilmente. Se levántó estrepitosamente y comenzó a alejarse de ella lentamente. Ella, al verlo desaparecer entre las solitarias calles, no soportó los sollozos se su abatido corazón, se cubró su rostro con las manos y comenzó a llorar. Él, desde lo lejos, podía escuchar la tristeza lacrimosa, se detuvo por un momento y apretó sus puños agunatando las ganas de regresar. Congelado por algunos instantes, notó que ya no escuchaba nada, las lágrimas habían terminado de drenarse. Paradógicamente se afligió, quería seguir escuchando esas lágrimas que reclamaban su presencia. Volteó nuevamenta para comprobar si aún ella se encontraba allí. Sorprendido, no pudo contenerse de abrir sus ojos para corroborar lo que veía: Ella se acercaba corriendo hacia él. Sin disminuir su velocidad, Ella se abalanzó con los brazos abiertos, y en una demostración de reclamo corporal lo besó apasionadamente. Él se dio cuenta de que ahora se pertenecían mutuamente, y Ella no estaba dispuesta a dejarlo escapar.

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