Es el fin...

Valiéndome de mil mentiras y sangrando millones de fantasías rotas, le escribo una última vez, tal vez sintiendo la necesidad de que recuerdes una sombra abandonada en un limbo desconocido; tal vez desahogando una tristeza convertida en un aborrecimiento sin entusiasmo pero profundo.
Gracias… gracias por demostrarme que el mundo de las luces es más cruel que en el de las tinieblas hirientes que me acogían destrozada. En los últimos días las sombras me han recordado su paternidad… reflexionando sobre mi naturaleza rastrera rememoré los sueños, ilusiones de pesadillas, que me envolvían en mi guarida oscura… seguiré soñando entre los umbríos vapores de la desesperanza, añorando por alguna eternidad etérea… porque una eternidad dolorosa jamás fue lo que quise encontrar; ni siquiera una burda eternidad… solamente quería un pecho caluroso donde descansar mi rostro y sentirme segura… no existe para mí… ahora lo sé.
Nunca debí salir mis tinieblas narcotizantes. ¿De qué me sirvió salir de mi hoyo espectral? ¿Para qué llegué a asomar mi rostro de esa cueva maldita? ¿Por qué llegué a pensar que este mundo tenía algún espacio para mí? Porque tus palabras sirvieron como vehículos de una mentira hechizante… porque pensé ver en tu rostro ese lux mesiánico... porque quería vivir; pero la vida me rechaza de su busto alegre. Yo no nací para reír, estoy aquí para llorar… para que me señalen por sufrir. El destino me engendró para ser un juguete de los villanos sentimientos. Ya no me importa… renunciaré a las emociones y me refugiaré en mi castillo oscuro de indestructibles rejas, y tapiaré la torre donde por siempre he de quedarme suspirando por la dulce muerte. Jamás seré engalanada por el espejo, ahora sé que tan engañoso puede ser, porque parece una salida… pero es una jugarreta del destino, distorsionante me mostró una salida de mi laberinto que no era real.
Sé que me acogerá nuevamente, la oscuridad de la noche nunca me ha obsequiado resentimientos… no como los hombres de esta tierra que me regalan una afilada daga adornada en un lazo carmín, arma de mi propia destrucción, y la utilizan para abrirme el pecho y arrancarme el corazón… lo escupen y lo pisotean… ya no más. Las filosas palabras que pensé amigas… me han exterminado, son mi perdición.
Usted, ladrón de vidas… inclementemente me ha robado mi alma, pero no se preocupe, ya no la quiero, no la necesito… no era más que un obstáculo para entregarme plenamente al delirio de la eternidad, puede hacer con ella lo que le plazca. Ahora tal vez salte al vacío con facilidad… son remordimientos, sin miedos. Y la próxima vez que desee soñar para siempre… dormir profundamente sin jamás despertar, será más fácil tomar mi decisión. “Morir… dormir…” ya no creo que exista alguna diferencia.
Puesto que le escribo nuevamente, no piense que tengo odio en mi corazón…dolor… sólo pena y tristeza, y desde alguna parte iluminada que aún sobrevive dentro de mi le deseo una vida plena, de buena salud… espero que el vampiro que renunció a la noche para ser mortal encuentre lo que busca (porque todos buscamos algo, usted y yo sabemos que estamos incompletos) y que su historia termine con un final feliz. Esta inmunda criatura le desea su bien desde esta sangrienta víscera en la que se ha convertido mi corazón.
Estos últimos días, releyendo Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, me he identificado con Alicia, y rogué que me consumiera ese mundo retorcido que tanto odiaba por carecer de alguna normal estable de comunicación… pero anhelo profundamente alejarme de esta realidad… porque estuve persiguiendo fervientemente a mi conejo blanco, por el cual caí por su atractiva madriguera; pero el conejo blanco se esconde de mí, y ya estoy muy exhausta para seguirlo por siempre. !Quiero dormir! ¡Dormir más que vivir! Odio al infame tiempo que mantiene al conejo al límite… roedor cobarde.
Promesas… promesas…
No espero una respuesta…no la quiero, quería despedirme para desaparecer en paz, ya que no puedo hacerlo contigo en mi cabeza. No me ha dejado más que cicatrices y una esperanza ultrajada. Adiós para siempre.
Aeternum Vale, AndreA.

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