¿Final feliz?

Acabo de ver Shortbus por segunda vez... y me di cuenta de muchas cosas que no había notado en la primera. Lo más importante que descubrí a estas infames horas de la madrugada es que cada vez es más frecuente que llore al final de las películas. Tal vez sea porque la mayoría de los largometrajes tienen la inneesaria mala costumbre de terminar con un final feliz. No es que Shortbus tenga un final feliz, más bien tiene más elementos incomprensibles que indicios de una historia conclusa, firme y alegre (manía recurrente de su directorm John Cameron Mitchell).
Pero pienso que añgunos finales no son para pensarlos, ni entenderlos... sólo para sentirlos. Es la única explicación (o excusa) que encuentro a estas lágrimas inclementes que esperan el amanecer. Eso sería una invitación segura a la locura. Ya me siento desgarrada por la incertidumbre del final de mi vida. No podría soportar dejar mi término abierto... que dure para siempre. Que no sea un final.

Prendí muchas velas... tal vez porque todo se ve mejor bajo sus luces: no son fijas,bailan, cambian. Hacen a su alrededor brillante una atmósfera que luce un poquito mejor que todo lo demás
Y me pregunto (una vez más) ¿dónde está mi final feliz? ¿Existe para mí un final feliz? Aunque en intensidad lacrimosa me obligo a reflexionar... yo no podría sobrevivir con un final abierto como los de nuestro querido J.C. Mitchell. Mi vida es tal vez un triste guion lleno de NADA. Sólo una cosa persiste a lo largo de sus páginas: el sufrimiento... la melancolía constante. Miro con ojos empapados mientras la luz se va asfixiando... a mi vida, que es una tragedia... ¿una comedia? Ya no puedo reir para no llorar. Sólo hay lágrimas que corren las tinta de las letras de estas patéticas páginas de mi existencia.
Soy sin sustancia, sin nudo, ni descenlace... y ahora me hundo más pensando que mi final podría ser inconcebido.
Cuando era niña solía pensar que vivía en una película, yo era la protagonisma, y al mejor estilo de los cuentos de hadas, alguien llegaba del vacío providencial a rescatarme... y luego aparecía en la gran pantalla de mi corazón un"and the live happily ever after". Pero las hadas no existen, yo no soy una princesa y nadie vendrá a recatarme. Las páginas de mi guionestán en blanco... se consumen y convierten en cenizas lentamente. Duele.
LLoro al final de as películas. Al menos ellas tienen un final.

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