Ayer

Ayer estaba sentada en el salón del inglés, la hora se había acabado y mi profesor había salido en plan de huida del aula. Me agarré el cabello con una pinza y comencé a doblar mi pañoleta de de lunares para guardarla en la cartera.

El salón tiene una gran pared con una ENORME ventana (prácticamente la pared es de vidrio) por la cual se puede ver uno de los pasillos de la academia. Noté que un chamo subió las escaleras, me vió y siguió hasta el bebedero. Casi todo esto lo nota uno con el “rabillo del ojo”, como quien dice.

Al levantarme del pupitre vi que el chamo se quedó como “bobo” mirándome desde que me levanté hasta que me fui bajando las escaleras. No pude evitar hacer sonar mis tacones a propósito durante todo el trayecto.

Tal vez le sorprendió mi tamaño, como le pasa a mucha gente, y se quedó mirándome descaradamente porque no tiene ni una gota de educación, o tal vez le agradó mi collar con la “estrella” de Metallica (porque el pana se veía que era medio metalero).

Todo me pareció tan extraño; pero nunca incómodo, dudo que me estuviese “buceando” porque estoy más obesa que una ballena. No sé qué pasó ahí, pero salí de mi cámara reflexiva y volví a la realidad cuando casí me voy matando por las escaleras (dos veces) cerca de la puerta de la salida.

No le vi muy la cara al chamo; pero ya me está recordando a mi ex novio. Eso es señal de que me estoy volviendo loca (¡demente!), así que debería dejar de pensar en eso.

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