Stop thinking

A veces pienso que mi vida amorosa sería más constante (por no decir existente) si fuese físicamente normal. Qué importan mis problemas, mis desequilibrios, mis excesos; sólo debo parecer ordinaria.

He visto, presenciado, atestiguado (una y otra vez) que a los hombres no les parece un gran obstáculo que su pareja tenga algún desequilibrio psicológico. Algunas veces creo que hasta les entretiene. Sí, creo fervientemente que a los hombres les gusta en drama enfermizo, les encanta una loca, los problemas sin sentido, las exageraciones, las explosiones emotivas, las sutiles tragedias.

Quieren a la anormal que les moleste con mensajitos de texto en la madrugada, que mire con ojos de ira a cualquier amiga femenina que se les acerque, que critiquen a su madre, que les llamen con apodos empalagosos; les gustan que los molestes, que les formen problemas por insignificancias, que no los entiendan. Necesitan de la enferma mental que les diga “si me dejas me mato”, que les grite “te odio” en la noche y “te amo” en la mañana.

Eso siempre está bien si es bonita, no tan fea, no hay problema si no es una belleza modelo de pasarela; si es femenina, que se vea quién es la figura de fuerza entre ambos; que hable con gracia; y que se muera por él, que lluevan flores rosas del cielo, que te dedique canciones cursis y que le gusten las películas románticas.

Que sean locas y se vean normales.

Ninguna de las cualidades que yo no puedo ofrecer.

¿Sabes? Tuve un sueño contigo, ¿sabes? De repente te vi tras los destellos de una luz intermitente: aparecías y desaparecías como un espanto. Eras un espíritu iracundo que sólo se paraba allí, frente a mí, con cara de odio. Y de pronto, desapareciste, bajé mi mirada y vi mi mano llena de sangre. Extraña sangre fría. ¿Te había matado como en alguna tragedia griega? ¿Habría matado a lo que más amo en el mundo? No lo creo; porque yo no te amo, ni pensarlo… sólo me agradas. A veces me saludas de lejos, a veces con un beso flotante. Sí, sólo me agradas. Desperté lentamente y vi mi mano empapada porque había dejado la ventana abierta. Llovía a cántaros y la vidriera junto a mi cama era un portal de chispas transparentes, hiperactivas y frías. Regresé a enterrar mi cara entre las almohadas y volví a soñar contigo: caminaba por las galerías de una gigantesco museo de muñecas, luego te vi allí, sentado, como reflexionando. Levantaste la mirada, sonreíste y me preguntaste cómo estaba. Te respondí con una sonrisa -porque me agradas- y seguí mi camino recorriendo las galerías. Tenía puesto un uniforme de colegiala japonesa y llevaba un morral con armas de ninja, el cual me aseguré de que notaras para que pensaras que era buena onda. No todos los días se conoce a una ninja encubierto de colegiala japonesa. Debí sacarte un “Wuao” de la boca; pero no sabría decir porque no volteé a mirarte mientras me alejaba. Esta vez no desperté antes de tener otro sueño. Una persona indeseable entraba en nuestro salón de clases y yo moría de la desagradable sorpresa. Entonces me miraste sonriendo como si supieras lo que estaba pensando. Debe ser que yo también te agrado. Fruncí mi ceño y te dejé ver mi preocupación. Pero, desperté y no volví a dormir por el resto de la noche. Seguía rugiendo una tormenta fuera de mi ventana. No sé por qué soñé contigo. (Via)

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