Otra vez este oscuro diario
Odio este trabajo. Vengo todos los días temprano, me tomo una taza de café frente a la computadora, hago actividades que cualquier imbécil con tres dedos de frente puede hacer... y transcurre el resto del día como si i alma se estuviese desvaneciendo al vacío, al olvido.
Todos los días la patética comedia se repite. Comedia o tragedia. Comedia y a veces tragedia.
Mis primeros días transcurrieron normal, un adjetivo al cual no estoy acostumbrada a acudir. Normal... sin novedades. Ciertamente el cambio de ambiente, la frescura de un nuevo entorno, los diferentes rostros, me sentaron bien; como la sensación de empezar desde cero puede ofrecer fortalecedoras esperanzas.
Ahora, después de unos meses, esta vida monótona y triste comienza a carcomerme desde el fondo, recordándome fantasmalmente el sentimiento que hace tiempo enfrenté y del cual eventualmente huí. Ahora vuelve; puedo sentirlo como un pequeño monstruo que con sus diminutas garras va rasguñando mis entrañas.
Este oficio no me interesa; no me importa en lo más mínimo. Por esto ustedes deben preguntarse por qué me importan tanto, por qué me quedo, por qué mi vida se malogra por un mundano trabajo. Pues porque no me agrada para nada que me traten como imbécil.
Mientras mi par, con el mismo grado académico que yo, con el mismo salario, con el mismo horario; se encuentra manejando dos cuentas y está hasta el cuello organizando dos agendas de entrevistas en los medios para dos lanzamientos diferentes; yo... yo estoy confirmando una lista de asistencia para una fiesta de aniversario. Una asquerosa lista. Qué tipo de intelecto se necesita para abrir un documento en Word, insertar un cuadro y luego apretar las teclas blancas y plásticas para formar palabras.
Con este tipo de encomiendas me están diciendo que soy una imbécil, que no tengo más capacidad que esto... no poseo habilidad ni interés en aprender. Aparentemente soy una estúpida.
Desde la semana pasada cuando la otra chica renunció, la única que me caía bien, la atmósfera en esta oficina se ha vuelto gris y pesada. Lo único que puedo pensar es aguantar hasta que consiga otra cosa que me entusiasme ligeramente más que esto.
Se me viene a la mente una única orden: VIVIR. Y en ese trabajo se me está esfumando la vida. Por primera vez en mi vida tengo ganas de trazarme planes, planes por mi cuenta... y vivir.
Todos los días la patética comedia se repite. Comedia o tragedia. Comedia y a veces tragedia.
Mis primeros días transcurrieron normal, un adjetivo al cual no estoy acostumbrada a acudir. Normal... sin novedades. Ciertamente el cambio de ambiente, la frescura de un nuevo entorno, los diferentes rostros, me sentaron bien; como la sensación de empezar desde cero puede ofrecer fortalecedoras esperanzas.
Ahora, después de unos meses, esta vida monótona y triste comienza a carcomerme desde el fondo, recordándome fantasmalmente el sentimiento que hace tiempo enfrenté y del cual eventualmente huí. Ahora vuelve; puedo sentirlo como un pequeño monstruo que con sus diminutas garras va rasguñando mis entrañas.
Este oficio no me interesa; no me importa en lo más mínimo. Por esto ustedes deben preguntarse por qué me importan tanto, por qué me quedo, por qué mi vida se malogra por un mundano trabajo. Pues porque no me agrada para nada que me traten como imbécil.
Mientras mi par, con el mismo grado académico que yo, con el mismo salario, con el mismo horario; se encuentra manejando dos cuentas y está hasta el cuello organizando dos agendas de entrevistas en los medios para dos lanzamientos diferentes; yo... yo estoy confirmando una lista de asistencia para una fiesta de aniversario. Una asquerosa lista. Qué tipo de intelecto se necesita para abrir un documento en Word, insertar un cuadro y luego apretar las teclas blancas y plásticas para formar palabras.
Con este tipo de encomiendas me están diciendo que soy una imbécil, que no tengo más capacidad que esto... no poseo habilidad ni interés en aprender. Aparentemente soy una estúpida.
Desde la semana pasada cuando la otra chica renunció, la única que me caía bien, la atmósfera en esta oficina se ha vuelto gris y pesada. Lo único que puedo pensar es aguantar hasta que consiga otra cosa que me entusiasme ligeramente más que esto.
Se me viene a la mente una única orden: VIVIR. Y en ese trabajo se me está esfumando la vida. Por primera vez en mi vida tengo ganas de trazarme planes, planes por mi cuenta... y vivir.
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