He sido víctima de la indolencia
He sido víctima de la indolencia. Como miles de personas en este país que me parió de sus entrañas, me contagié de la enfermedad más común en tierras venezolanas. Es progresiva y no tiene cura; la indolencia depende de cuán expuesto uno esté a la realidad nacional, de cuánto tiempo ves las noticias en canales de señal abierta, cuántas veces lees el periódico (y cuánta prensa lees), cuántas veces caminas por la calle sin audífonos y escuchas a las otras personas hablar sobre a quién le robaron el celular, a quién secuestraron, y a cuántos mataron en el barrio. Pero la indolencia no se aparece sola, sino que previamente desarrolla en nosotros la indiferencia y la apatía, hasta que somos, al final, completamente incapaces de sentir algo por un fenómeno que sucede con una continuidad extraordinaria. ¿Cómo no podemos abandonar la indignación en una ciudad que pierde 15 vidas humanas diarias de manera violenta? Al final, ya no nos importa, nos ponemos en modo que nos resbale. Yo...