Respondiendo desde las sombras

No pude evitar responder a esas penetrantes líneas. Fue como si me hubiesen leído el alma.

Apreciadísimo amigo sombra:

Hurgando más en esa misteriosa página web, seguí leyendo sus místicas líneas (como lo prometí), para mi sorpresa (no tanta en realidad) me encuentro con un amante de la noche, una criatura inmortal sedienta. Vaya signo poderoso de algún oráculo olvidado que todavía sigue deliberando el destino. Como Sábato, yo no creo en las coincidencias, son muy sospechosas.
Me asombra tu gran trabajo de investigación literaria, lo alabo además por ser un hombre dedicado a las letras. De su especie escasean. (Hubiese jurado que es más viejo en edad.)
Que gran desconcierto al leer sus otros trabajos al encontrarme con que aquel relato de un condenado, es además, la historia de un posible vampiro. Concibo ahora un final más hermoso aún para un desgraciado que pudo terminar en el infinito. Convertirse en mito para deambular por la oscuridad, así mismo como lo decidió en vida al entregarse a la noche. ¡Me encanta todavía más!
Entre los tantos ensayos que leí, como de costumbre, varias frases me acompañan. Pero no son las exactas palabras lo que me atrae de ellas, sino su significado inherente. Se tratan sobre los misterios de los vampiros. Los misterios dentro del misterio.
El espejo como una herramienta de auto reconocimiento y encuentro con la humanidad misma. Porque, qué hace el hombre más que encontrarse con su raza al ver su propio reflejo. Desgraciados somos aquellos que al ver nuestro reflejo, no vemos más una distorsionada imagen, más trágica aún que la del espejo de Pirandello, una persona frente a la frágil superficie vertical, y no reconocer tal rostro. Me pierdo en ese retrato de cristal, a veces pienso que esa no soy yo o que esa no “debería” ser yo.
Tengo la creencia de que la razón por la que los vampiros no pueden reflejar su imagen es porque no tienen alma, así como algunas tribus aborígenes tiene el credo de que la cámaras fotográficas capturarán el alma de quien sea tomada una foto. Así es espejo no es más que una mágica ventana a nuestro propio espíritu, reforzando la tesis de que sólo aquellos que posean humanidad gozarán de un reflejo. Más groseramente, un símil a una prueba de calidad. O como a las brujas se les hizo pasar por pruebas para comprobar su pacto infernal, tales como levantar el brazo derecho o hacerlas caminar por la arena para corroborar si dejaban huellas; al Conde se le hizo reflejar en un gran espejo para evidenciar que era una bestia maldita.
No se quién soy, no porque no tenga reflejo, sino porque el que ya tengo me es desconocido. Me pregunto si alguien en realidad sabrá quién es. ¡Una vez más me alejo despavorida de la infame realidad! Es la humanidad la que me parece ajena a mí. A la imagen la soporto por costumbre. Siento una pena profunda por aquellos que carezcan de reflejo, aunque sea uno distorsionado como el mío, aquellos que más perdidos que yo misma, vampiros o no, exigen con dolorosa pena alguna señal de su humanidad. Pero quién soy yo para ser algún punto de referencia.
Otro pensamiento que he tenido desde hace tiempo ha sido esa constante nostalgia por la vida que sufren algunos célebres vampiros como tu amantísima Amarantha. Me encantaría convertirme en un ser inmortal que nunca envejeciera, para ver el desenlace del mundo y ver cautivada el final de los tiempos. No habría nada más elegante que transformarse en una de esas criaturas sublimes y feroces que se alimentan de la sangre. Hermosos personajes contemplativos que no defraudan a la hora de escribir alguna historia fantástica… de las cuales no me considero muy diestra. Pero algunas de las perfectas bestias que cazan en el mundo de la literatura, como los de Anne Rice, son enfermos de una melancolía grave por la humanidad perdida. De qué sentimiento horrible estarán condenados esos personajes que son consumidos por el arrepentimiento. Comparto la tristeza de Loui en Entevista con el Vampiro sin saber por qué, porque algunas veces me avergüenza pertenecer a la raza humana.
Finalmente me gustaría agradecerle su pronta respuesta al anterior correo. No lo esperaba, ni siquiera estaba segura de que quería una respuesta. Temía de lo que hubiese podido pensar sobre aquellas locuras. Qué alivio tan gratificante. A veces solo pienso que necesito alguien que escuche, descargar todo lo que se acumula en ese espacio que físicamente se encuentra entre el estómago y el corazón, al menos en ahí donde logro ubicarlo. A veces tan vacío que duele, como el feroz apetito de algo de lo que no puede encontrase para saciarse; a veces tan lleno y pesado. No pretendo abusar de su amabilidad y convertirlo en un confidente. No es mi intención ni su obligación (como dirían algunos de mis amigos, corra mientras pueda).

Quisiera agradecerle profundamente por tomarse la molestia de leer aquellas palabras faltas de sentido y ofrecerme una mano umbría. Aquella frase “caminamos sendas comunes que nos hacen ser seres con destinos comunes” ha penetrado en mí de una manera en la que aún no puedo tomar total conciencia, pero se manifiesta en una sensación un tanto desconocida que es cautivante. Una impresión extraña, un nueva señal difusa de no estar sola. Pero siento que no comparto su visión tan optimista de ver una luz escondida en la oscuridad, porque en las sombras en las que me he perdido acaban en un precipicio sin fondo.
No se vea obligado a responder. Tal esclavitud no me la perdonaría. Una vez más, gracias.
P.S.:
Me es difícil concentrarme, las palabras para mi no se "vierten", es necesario que me posea una musa invisible, siempre ha sido así y hay muchas distracciones: las ventanas titilantes del messenger, la música, el mundo. Agradezco y alabo su habilidad de decir tanto en tan pocas palabras.

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